La ciencia no existe en un vacío social. Precisamente cuando los genetistas empiezan a comprender la distancia entre el ADN y el organismo, les están arrebatando su material. Parece que la sociedad es poco más que el producto de unos genes. Las informaciones sobre variaciones hereditarias en la personalidad, la inteligencia o la agresividad se han hecho lugares comunes.
Es indudable que existen dichas variaciones. Si la mitad de todos los genes actúa en el cerebro, no es extraño que existan influencias heredadas en el comportamiento. Algunos afirman que no es posible ayudar a quienes nacen con genes para tener mal genio o un cociente intelectual bajo. Su postura fatalista sugiere que la sociedad debe aprender a contener (y no a rehabilitar) a sus miembros más débiles. Resulta curioso que estos fatalistas suelan insistir en procurarse el mejor entorno posible cuando se trata de sus propios hijos.
Este razonamiento tiene un fallo definitivo. Tropieza con el significado de «para», la palabra más peligrosa de la genética. No existen genes para tener mal comportamiento. No hay ningún modelo de conducta inmune a las influencias del entorno, ni del ADN. No tiene sentido separarlos. El hecho de que las enfermedades de corazón se vean influidas por los genes no impide que se puedan tratar con medicamentos. Del mismo modo, la forma más adecuada de mejorar el cociente intelectual de un país -por muy heredadas que sean sus variaciones- sería duplicar el salario de los maestros.
Están apareciendo tantas predisposiciones hereditarias en el cuerpo y la mente que quienes las estudian se encuentran ante una situación como la presentada en The Gondoliers. Cuando se considera que todo está, al menos en parte, controlado por los genes, la genética puede perder su atractivo: como cantan los aristócratas, con cierto desánimo, mientras limpian sus botas: «Cuando todo el mundo es alguien, ¡nadie es nadie!». Del mismo modo, si todos los atributos humanos imaginables poseen algún componente genético (como seguramente ocurre) el público comprenderá muy pronto que eso tendrá que significar muy poco. Entonces, la biología podrá volver a ser una ciencia, en lugar de un elixir social.
Fragmento
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De la obra original se ha extraído una pequeña cantidad de información para despertar el interés de los lectores, cabe mencionar que el sentido semántico se conserva para evitar malentendidos al momento de leer el libro en su totalidad. Agradecemos a todos nuestros lectores por permitirnos hacer parte de sus actividades académicas, recomendamos compartir este post con amigos y en las redes sociales. Lee también:
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