De acuerdo a los planteamientos establecidos en la ley general de educación, los docentes tienen derecho a que se respete su integridad física, psicológica y moral, eximiéndolos de tratos humillantes o degradantes por parte de otros integrantes de la comunidad educativa, y para que esto se cumpla a cabalidad, es necesario que la misma comunidad educativa revise de forma constante los programas de promoción y prevención con el que cuenta el plantel respecto al buen trato y la convivencia escolar.
Frente a las situaciones de violencia dentro de los establecimientos, los padres de familia deben prestar atención sobre sus hijos y apoderados y reaccionar de manera oportuna antes que dichas conductas terminen en agresiones físicas y verbales.
Las acciones que determine el manual de convivencia deben ser respetadas y puestas en consideración por los padres de acuerdo a la evolución de las pedagogías y métodos de enseñanza.
Además de los conflictos entre estudiantes, donde el docente normalmente interviene, apartando y dando lecciones de civismo, existe un gran conflicto en el aula que afecta negativamente los procesos de enseñanza aprendizaje, y esa intensidad de conflicto puede que sea causal de desgaste anímico para los docentes.
Con la llegada de nuevas medidas de protección a los menores, los docentes han quedado en un limbo de falta de autoridad, lo que ha permitido que los estudiantes tomen ventaja y presenten conductas inadecuadas como comer galguerías en el aula, escuchar música en sus teléfonos sin prestar atención a lo que dice el docente, en algunas situaciones que se presentan, los estudiantes pueden ser groseros y amenazan con hacer daño a las propiedades o la integridad del docente alterando los parámetros de conducta permitidos en los establecimientos.
Como imponer orden en la clase sin parecer un tirano
En las aulas a diario se presentan conflictos y señalando que dentro de ellas se albergan incluso un total mayor de treinta estudiantes, resulta casi imposible estar al pie de ellos todo el tiempo, por eso desempeñar la labor del docente puede considerarse como un acto heroico.
Por su parte la escuela, ya no es exclusivamente un lugar para fomentar el aprendizaje, porque lastimosamente la escuela se convierte en una prolongación del hogar, de los lugares de ocio como bares discotecas, el barrio la cancha de futbol, etcétera, donde no se tienen en cuenta los modales sino que se puede agredir verbalmente y llevar acabo cualquier acción insultante, entonces en esas condiciones tiene que vivir el docente, golpeado por el estrés y por las desavenencias de su propia profesión.
El estrés en los docentes, un hecho que a nadie parece importarle
En la actualidad es común, que un estudiante salude con insultos al docente, que rompan las sillas, que lleven el teléfono a todo volumen e interrumpan las clases, que destrocen las ventanas, que rayen las paredes y enseres, sin embargo, la actitud pasiva del estado y la defensa de los menores evita una acción penal rápida que pueda excluirlos de los planteles educativos para que sean formados en centros especializados.
El estrés no solo se produce por la carga de una profesión, pues la vocación de los docentes los hizo responsables de estas situaciones, sin embargo, la situación es crítica, puesto que el estrés no solo causa desgaste físico sino también mental, y es justamente dichas conductas de indisciplina y de violencia lo que ha hecho que los docentes en ocasiones prefieran dictar clases a enseñar pedagogías de avanzada.
Ahora bien, si usted e padre de familia y es el responsable de algún estudiante con alto índice de indisciplina y agresividad, póngase en los zapatos del docente y sepa que él no es el padre y que solo está encargado de impartir un conocimiento que lo hará competente y no está para aguantar berrinches y groserías por parte de su referente.